Dejándome impresionar por el Gris Bogotano, pintando la Iglesia San Francisco.

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Me fui a pintar a Bogotá. Es una impresión diferente a las recibidas en mi Caribe natal. Fue una vivencia maravillosa, salí a pintar en compañía del gran acuarelista Christian Castillo, escogimos como primer centro de experiencia a la Iglesia San Francisco, ubicada en la esquina noroccidental de la Avenida Jiménez con Carrera Séptima; nos ubicamos debajo de la cubierta del edificio de El Tiempo, que nos permitió protegernos de la lluvia.

«Fue construida durante los años 1550 y 1567, convirtiéndose en el templo preferido de los hermanos franciscanos. Se encuentra ubicada en la avenida Jiménez con Carrera Séptima al lado de la estación de Transmilenio. Se encuentra cerca al Museo del Oro que es otro sitio turístico de la ciudad con visita obligada. En sus primeros años la iglesia San Francisco de Asís contaba con una sola nave, pero debido a un terremoto fue remodelada agregándole una nueva nave, restauración que fue terminada en el año de 1794 y a la fecha mantiene la misma estructura arquitectónica. Uno de los grandes atractivos turísticos de la iglesia San Francisco de Asís se encuentra dentro de sus instalaciones, nos referimos a un altar de oro colonial que se convierte en el objetivo fotográfico de todos los asistentes al templo. Este altar busca mantener esa época donde primaba el oro y lo colonial.» Texto extraído de https://www.bogotaturismo.com/iglesia-san-francisco-de-asis/ el 13 de julio de 2022.

Abajo, interior de la Iglesia de San Francisco.

Escogimos el exterior de la iglesia para pintarla. En primera instancia me dejé impresionar del cielo gris amarillantado de Bogotá durante esa mañana lluviosa: Es como si el firmamento viniera hacía mí y yo me dejase absorber en él; pretendí transmitir la atmósfera en la que flotaba y ver danzar en ella todo el contexto que me rodeaba en ese sutil instante. A pesar del frío, la experiencia fue extática.

Abajo, toma del exterior de la iglesia, momentos antes de comenzar a colorear.

Abajo, dibujo terminado de la iglesia, estructura para la pintura.

Bajo el efecto sensorial descrito arriba, creé las primeras capas de color. La primordial y fundamental, la gris amarillantada que bañó todo el papel, con ella pretendí crear la atmósfera de la escena y su luminosidad general. Después, apliqué una segunda capa que consistía en representar el alma de las edificaciones con los colores tierra claros. Ver debajo. Para pintar la acuarela, me tocó echar alcohol al agua para que secara más rápido.

Luego seguí con la torre principal en la esquina de la iglesia, dedicando todo el detalle posible a esa parte. En la cotidianidad del horizonte urbano, la vista tiende a detectar las partes más altas para apreciarlas.

Luego seguí con la totalidad de la iglesia. Mi interés consistía en resaltarla, dedicándome en primera instancia a ella, encontré la representación ideal para la planta baja, construida en piedra y ladrillo.

Por último jugué con el contexto del convento, las edificaciones laterales con menos detalle pictórico, más lo que le confiere vida y movimiento a la pintura: los personajes bajo la ligera llovizna y sus reflejos en el piso.


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